2017 ha seguido con la buena senda económica iniciada entre los años 2013 y 2014. El tsunami de la crisis financiera de finales de 2007 dejó un pais devastado económicamente. El espectacular aumento del paro de los años 2008 y 2009 sólo se puede explicar mediante la burbuja inmobiliaria. Miles de empleos se crearon, sí, pero empleos sin ningún valor añadido que se fueron tan rápido como llegaron. La formación de empleados, tan importante y a veces tan olvidada. El primer interesado en formarse continuamente ha de ser el propio trabajador.
Por otro lado, la exposición del sector financiero al ladrillo, los años locos en los que se daban hipotecas a inmigrantes con contratos temporales de tres meses, terminó pasando factura. El crédito se redujó drásticamente y muchas empresas, viables, pero con problemas puntuales de liquidez, se vieron abocadas a cerrar o a realizar una reestructuración muy profunda. Y a estas se unieron miles de empresas que, directamente, no pudieron superar la tormenta y fueron cayendo como fichas de dominó.
En resumen, que el tejido empresarial español quedó muy dañado tras la furia de la recesión. Afortunadamente ya son varios años de recuperación, tibia, pero recuperación al fin y al cabo. Ahora, en el último trimestre de 2017 podemos echar la vista atrás 10 años y comprobar la destrucción que se comenzó a fraguar en esta misma época del año, pero en 2007.
El mercado de trabajo, presente y futuro
En relación al mercado de trabajo, las últimas cantidades de paro registrado y afiliación a la seguridad social proponen indicios de ralentización, eso sí, desde unas tasas muy saludables. En el mes de mayo el número de parados cayó a un ritmo de -11,1% interanual y el registro de agosto exhibe un descenso de -8,5%, entre otras cosas.
En relación a las altas a la Seguridad Social, en primavera crecían a tasas cercanas al 4% y en agosto se han frenado hasta 3,5%. Al fin y al cabo, los datos siguen siendo rígidos más allá de que perdieron algo de fuerza. Parece probable pensar que esta tónica continuará al menos los próximos meses y este año terminará con un incremento cercano a los seiscientos mil afiliados.
Con todo, las estimaciones para la tasa de paro han mejorado en los últimos meses, ya que el registro del segundo trimestre fue aún más fuerte de lo que el mercado esperaba. Las previsiones más optimistas apuntan a una tasa de paro que cerrará 2017 en 16,2%, el año 2018 en un 14,5% y 2019 en 12,6%, tres décimas por debajo de las estimaciones que se ofrecían en verano.
Las cantidades de afiliación a la Seguridad Social siguen exponiendo un empleo que está muy sesgado al área servicios. Este sector económico agrupa en España más del 80% del empleo recuperado tras la crisis. En relación a la calidad del empleo, además se ha producido un rápido deterioro debido a que la tasa de temporalidad subió de 26% a 27% en el segundo período de tres meses. Sin embargo, el empleo temporal está por debajo de los últimos años previos a la crisis, es decir, ahora hay más empleo indefinido que antes de la crisis.
La oficina empleo convertida únicamente en una oficina de sellar la tarjeta del paro, pues el empleo se encuentra fuera de los cauces gubernamentales. Eso es un hecho comprobado durante años y años y, en cierto modo, está bien que sea así.
Desigualdades regionales
En el mercado de trabajo español son una constante las brutales diferencias entre unas regiones y otras. Así, las regiones en torno al valle del Ebro suelen tener una tasa de paro bastante menor que las Comunidades del sur.
Pero dentro de unas regiones también importantes variaciones entre las provincias. Por ejemplo, si tenemos en cuenta las ofertas de trabajo en Valencia, destaca la gran evolución del paro en la provincia de Alicante con respecto al total de la Comunidad, e incluso respecto al total de España.
Evolución de las tasas de desempleo en España entre 1990 y 2014, en relación que los últimos gobiernos del país.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística:
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Paro_y_politica_en_Espa%C3%B1a_1990-2014.png