El corazón del Trastámara, leyendas de La Rioja

Fue un anochecer de octubre y bajo los arcos del Cristo de la catedral calceatense cuando recién salidos del colegio escuchamos algo del Trastámara a casa a casa que se juntan los tejados que en el claustro suena ya el corazón del Trastámara que nací nos exhorta va era una anciana sarmientos a cubierta su cabeza con un mantón era lana y que llevaba por un asa de alambre una lata redonda tamaño envase de sardinas transformada en brasero titilante de ascuas…

El corazón del Trastámara

Blasón de los Trastámara
Nada es advertencia junto al muro claustral donde nos encontrábamos y en aquel momento en que el día agonizaba nos impuso un profundo respeto.
Ni Salustio mi compañero y yo expresamos nuestras emociones pero esta se había producido con densidad y hondura.
Algo de aquel misterio se me desvelo al día siguiente gracias a las pesquisas realizadas por Salustio en la biblioteca de su tío el canónigo se trataba de la historia de un rey don Enrique segundo de Trastámara que tras haber dado muerte de su hermano don Pedro primero de Castilla en los campos de Montiel se había cogido a un palacio calceatense era el Palacio Episcopal de Don Juan Del Pino bajo cuyos artesonados el monarca había fallecido por atentado del rey moro de Granada que tras la apariencia de una expresión de ofrenda y vasallaje en forma de lujosos borceguíes le había enviado la muerte.
en una jornada de caza por el bosque calceatense de Ayuela, calzóse don Enrique los botines del musulmán el fino cordobán de estos estaba en ponzoña do con una sustancia que envenena la sangre y así a resultas de unas rozaduras que durante la montería le produjeron 10 días después la parta obligó al de Trastámara a que entregará su alma a Dios o quizás al diablo era un 30 de mayo de mil trescientos setenta y nueve.

Pero había algo más impresionante en aquella historia. Y era que, embalsamado el monarca para ser enviado su cuerpo a la ciudad de Toledo, previamente fue vaciado de vísceras; y entre las disposiciones testamentarias, una de ellas ponía énfasis en que éstas, sus vísceras, y especialmente su corazón, quedaran en la ciudad de Santo Domingo de la Calzda, donde vivió dos meses, y a cobijo de un nicho ubicado en el muro del claustro catedralicio.