La prisionera – cuentos infantiles ilustrados

la prisionera cuentos infantiles ilustrados

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El rey de los elefantes duerme en un claro del bosque, rodeado de su manada: diez elefantes machos y hembras y cinco elefantitos. Los miembros de la manada están acostados a su lado, esperando que despierte, husmeando el aire con sus potentes narices y agitando sus enormes orejas, como si les hubiese pasado algo.

Uno de ellos —una elefantita de cuatro años, la hija del rey— ha desaparecido, con la consiguiente angustia del resto.

Por la mañana, mientras se bañaban, la elefantita se alejó de la manada, y cuando el rey, su padre, dio la señal de partida, ella no obedeció la orden inmediatamente. El rey no hubiera permitido tal falta de disciplina en cualquier otro, pero con su hija predilecta era indulgente y le consentía todos los caprichos. Así pues, los elefantes volvieron al bosque, dejando tras ellos a la alocada joven convencidos de que no tardaría en unírseles. Pero fueron pasando las horas sin que ello ocurriera. Antes de dormirse, el rey ha enviado a uno de sus hijos en busca de noticias; luego se ha adormecido para ocultar su propia angustia y para mostrar que no soportaría ninguna reflexión ni ninguna crítica sobre la ausente..,

En la lejanía se oye un gran ruido : se rompen las ramas de los árboles, crujen las piedras y resuenan sordamente unos pasos en el silencio del bosque. El mensajero —pues de él se trata—llega al fin, y con malas nuevas. Despierta al rey y le dice: —Mi hermana ha caído en una trampa. Unos hombres la han hecho prisionera y la han atado a un árbol. El rey se levanta majestuosamente. -¿Quiénes son esos hombres?… ¿ Indígenas ?
—No; blancos que se desplazan en coche y que llevan unos tubos que vomitan fuego. El rey los conoce. Sabe que son sus peores enemigos, pues los cazan sin tregua para robarles sus defensas. Pero sabe también que es más fuerte que ellos y que con un solo golpe de sus patas puede triturarlos o lanzarlos al aire con su trompa… ¡

Irá, pues, en socorro de su hija y la volverá a traer con ellos! Sin dudar un momento se pone en marcha. Los machos de la manada lo siguen, dejando a los elefantitos al cuidado de sus mamás. Se dirigen al campamento de los blancos, con un ruido infernal, aplastándolo todo a su paso. Todo el bosque viviente es presa del pánico. Incluso los monos, tan ruidosos de ordinario, huyen en silencio, intentando escapar a duras penas del terrible peligro.

Las tiendas de los cazadores están dispuestas en círculo. Para protegerse de los animales del bosque han colocado los coches delante de las tiendas, creyendo estar así a salvo. La elefantita está en el centro del campamento, atada a un árbol con una gruesa cadena. Al verla, el rey y sus compañeros lanzan un barrunto de cólera, cuyo eco hace temblar los árboles. La prisionera les responde.

De una sola embestida hunden la ridícula barricada de coches; los vehículos, levantados por sus trompas, vuelan en el aire y caen con estrépito… El rey, dejando que la manada despeje el camino, corre hacia su hija, agarra la cadena con su trompa y tira… La cadena se resiste. Vuelve a intentarlo y vuelve a fracasar. El rey se dirige entonces al árbol, coloca su ancha frente contra el tronco y empuja con la fuerza redoblada de la desesperación. El árbol se resiste un momento, pero luego, con un crujido ensordecedor, cae literalmente arrancado de cuajo. La prisionera es libre. Y mientras la elefantita, rodeada de su padre y hermanos, vuelve alegremente al claro del bosque, los cazadores, que lograron escapar a tiempo, regresan al campamento, completamente destrozado…