Del Reino de Navarra al Reino de Castilla.

De como La Rioja pasó a a formar parte de Castilla, siendo conquista al rey de Navarra Sancho IV Garcés, el de Peñalén.

Sancho IV Garcés «el de Peñalén» o «el Noble», 1054-1076

sancho IV el de Peñalén

Sancho IV el de Peñalén, último rey Navarro que retuvo La Rioja en sus dominios.

En plena tragedia un niño es alzado rey: Sancho IV Garcés. No había cumplido 14 años y en su elección concurren temores e intereses expansionistas de otros monarcas. Ante su corta edad, no es de extrañar que en los primeros documentos en que aparece su nombre figure acompañado de la reina Estefanía. De su padre había heredado su afición a la caza y cariño a Nájera como Corte del reino donde residía habitualmente.

En unión de su madre siguió favoreciendo al monasterio de Santa María la Real. Antiguos cronistas mencionan que reclamó del abad Irache la entrega de una heredad que en Sotés (La Rioja) había entregado al monasterio el señor Lope Fortuñones (o Fortuniones) de Calahorra.

Su carácter adolecía de una inusitada violencia. Lacarra, con citas de Ubieto (Cart. de Albelda), menciona que en 1063 dio al obispo de Nájera-Calahorra, Gomesana, a quien llama «mi maestro», el monasterio de San Andrés para que interceda —dice—, ante Nuestro Señor Jesucristo por los pecados que te manifesté en confesión, de los doce hombres que yo y mis caballeros matamos en la villa de Genestar —Nestares—, partido de Torrecilla de Cameros y sus proximidades.

La batalla de los tres sanchos.

Los comienzos de su reinado se manifiestan por las continuas luchas con su tío Fernando I, quien persistía en sus deseos expansionistas por la Rioja, ocupando el castillo de Cellorigo, que Sancho tuvo que recuperar por las armas. Al morir Fernando I (1065) se mantiene la misma política por su heredero. Lacarra cita el Carmen campidoctoris y la Historia Roderici, que hablan de un combate singular entre el Cid Campeador, «armiger» o alférez del rey de Castilla, con Jimeno Garcés, que desempeñaba el mismo cargo en la Corte de Sancho «el de Peñalén», por la propiedad de la villa de Pazuengos, no lejos de San Millán de la Cogolla, en el que resultó vencedor el Cid. El castellano, protegido por un poderoso ejército, atraviesa Santo Domingo de la Calzada y avanza hacia el valle del Ebro, eludiendo las fuertes fortificaciones de Nájera y cruzando el puente construido en Logroño como paso del «camino francés», alcanza las inmediaciones de la localidad de Viana.

Mientras tanto, el rey de Nájera-Pamplona, al comprobar la inferioridad numérica de sus fuerzas, tiene que aceptar una decisión que hasta entonces no entraba en su política: pedir la ayuda del rey de Aragón, también llamado Sancho. La negociación ha sido rápida y todos los contendientes marchan al lugar de la lucha: el campo denominado de «LA VERDAD».

En un amanecer se inició la batalla. Los castellanos se encuentran impotentes para resistir a un enemigo que lucha con ardor en defensa de su reino. Cunde el desaliento. Sancho de Castilla es derribado de su caballo y sus caballeros le cubren en un círculo que es la salvación de un rey que huye de forma humillante. En los anales históricos de la Rioja queda un nombre: LA BATALLA DE LOS TRES SANCHOS. La victoria tendrá su consecuencia en pasajera paz entre Castilla y Navarra, si bien se mantendrá una guerra fría de intereses económicos traducida en la política de protección a los grandes monasterios. Las donaciones castellanas a San Millán de la Cogolla se intensifican con motivo de las propiedades del monasterio sobre extensos territorios enclavados en tierras de Castilla.

Sancho «el de Peñalén» no desconoce este peligro; no tardan en producirse divergencias entre ambos monarcas en idéntica política proteccionista. El conde de Lara, en gestión diplomática cerca del rey de Pamplona, logra la libertad de veinte peregrinos de Lara que «habían sido detenidos por la gente de la Rioja». Tras una entrevista tenida por el rey y el conde de San Millán, el monarca concedió un seguro a todos los que en adelante acudieran a visitar el sepulcro del santo con «esportilla y borbón» (Serrano, Cart. San Millán. Citas de Lacarra en Historia del Reino de Navarra). Es interesante resaltar que esa hegemonía política y territorial de los grandes monasterios tendrá una importante repercusión en los anales históricos de la Rioja.Estos intereses, unidos a los de los señores de Vizcaya sometidos a la influencia de Alfonso VI, motivaron la incorporación de la Rioja al reino de Castilla.

Sancho IV Garcés es invitado a una cacería por sus hermanos Ramón y Ermesinda. ¡Qué lejos está de su pensamiento que se trata de una conjura de nobles descontentos con la participación de sus propios hermanos!

Desde las alturas de una cima unos ojos contemplan el cuerpo del rey que alevosamente han impulsado hacia el vacío (4 de junio de 1076). Un motivo de distracción se había transformado en una marcha fúnebre hacia la Corte del reino. En el panteón de reyes del monasterio de Santa María de Nájera, un nombre: Sancho «el Noble» o «de Peñalén».

La muerte alevosa del rey motiva unos grandes problemas sucesorios que no se resolvieron por aplicación del derecho navarro. Los barones del reino, ante la gravedad de los hechos, no consideran acertada la sucesión por un hijo menor del rey, rechazando la del fratricida Ramón y la del otro hermano, infante Ramiro, votando por la entrega del reino a Sancho Ramírez de Aragón en contra de los vascongados, que abogan por el rey castellano.

En Navarra las posturas se han dividido en dos partidos patrocinando la elección del emperador leonés o del rey de Aragón. Alfonso VI considera que llegó el momento oportuno para lograr sus apetencias territoriales sobre la Rioja, con la complicidad e influencia de Diego Alvarez, Iñigo López, señor de Vizcaya y pasividad de los Fortuniones, titulares del señorío de Cameros.

El castellano penetra en tierras riojanas recibiendo juramento de fidelidad por don Iñigo López, gobernador de Nájera y alcanzando Calahorra, que se le entrega sin oposición por su gobernador Iñigo Aznar, de la familia de los Fortuniones. El reino vascón —en frase de Valdeavellano— perdía para siempre las comarcas del sur del Ebro, es decir, la tierra riojana y, al propio tiempo, Alfonso VI recobraba también para Castilla los países antes castellanos de Alava y de Vizcaya y de una parte de Guipúzcoa. En esta decisión, como antes hemos mencionado, fueron factores determinantes la postura de los señores de Vizcaya, intereses del monasterio de San Millán, por sus villas y posesiones en tierras de Castilla, sujetos a la influencia de Alfonso VI. Balparda considera que la desagregación se hizo espontánea y pacíficamente, sin violencia de ninguna clase.

Navarra gravitó, como correspondía por sus afinidades étnicas, geográficas e históricas, hacia el reino aragonés, vascón como ella de origen: Alava, Vizcaya y Guipúzcoa por igual razón se reintegraron, con las demás comarcas de la Cantabria, en el de Castilla —y añade— que uno de los ricos más caracterizados en estas tierras de Cantabria que facilitaron la entrada y toma de posesión del leonés fue el conde Iñigo López, mandando todavía en Vizcaya y en la Rioja y su hijo don López Iñiguez, que tenía el castillo de Bilibio, casado con doña Ticlo, hija de Diego Alvarez.

Para el comentarista la situación creada por el cambio de soberanía valió a esta familia el gobierno de Alava con Guipúzcoa a cambio del de Nájera que había tenido su padre. En confirmación de su tesis Balparda cita, aparte de la escritura de Camprovin, el preámbulo que Alfonso VI pone al fuero de Nájera de 1076: «Después que el rey Sancho mi primo fue muerto por su hermano Raymundo —dice— vino a mí el señor Diego Alvarez con su yerno el conde don Lupo a Nájera supuesto que estaban bajo mi soberanía» —para abogar sin duda por las prerrogativas de la ciudad—, «y atentos a mi honor, a mi servicio y a mi amor —continúa— juraron ambos ante todos mis primates que esta ciudad con todos sus habitantes se había hallado bajo tal fuero en tiempo de mi abuelo el rey Sancho y del mismo modo en tiempo del rey García y juraron por ellos que en tiempo me serían fieles».

Otro factor que tuvo importancia en la incorporación de la Rioja al reino de Castilla fue la actitud de la familia de los Fortuniones, que ostentaban el señorío de los Cameros, con el poderío de sus castillos y mandaciones en importantes plazas. Sus intereses estaban supeditados al gobierno de Nájera; por otra parte su patrimonio había nacido en la región y es lógico pensar que con un reino más alejado, como el de Castilla, conservaban una mayor independencia.

Los motivos religiosos se conjugaban y armonizaban con los políticos; los monasterios de San Millán —éste por las razones expuestas—, Albelda y Valvanera, no pudieron sustraerse a tales influencias e intereses propios, con una aspiración religiosa de tipo nacional. Por otra parte, las decisiones del gobierno de Nájera resultaban decisivas en unos momentos de creciente popularidad de Alfonso VI, mientras se producía un evidente declinar del que, en tiempos de Sancho «el Mayor», fue un poderoso reino.

Alfonso VI no conquista la Rioja en una victoriosa expedición guerrera sino en una batalla cuyas armas fueron intereses territoriales, políticos y religiosos. Alfonso VI lograba su sueño de incorporar la región riojana a Castilla. Sancho Ramírez queda proclamado, con Sancho V, rey de Navarra y Aragón con el reconocimiento de la soberanía de su primo el emperador leonés. Son páginas en los anales de la historia de un reino.

 

La Rioja es Castilla desde 1076.